Esta expresión personalmente me fastidió bastante cuando, en un pasado, la escuché de otras personas mientras estaba sumida en un profundo duelo por la pérdida de de mi padre. Es cierto que, a menudo, se utiliza por parte personas que en realidad pretenden evitar la toma de contacto con su dolor. Pero dejando de lado esa fuerte tendencia evitativa que ya conocemos de nuestra sociedad, con el tiempo me ha sido difícil negar la verdad de esta reflexión.
Incluso en la más trágica de las situaciones, la vida sigue. Los ciclos y los seres vivos continúan su proceder. Y alrededor del suceso se desencadenan nuevos comienzos y nacimientos. En realidad, desde una mirada más global, nada se termina y todo continúa.
Si estás transitando un gran dolor, una fuerte pérdida, una gran “desgracia”, muy seguramente lo vives como algo injusto, imperdonable. Algo no debería haber ocurrido. Y es natural percibirlo así. Tu existencia parece haberse parado, mientras que los demás y las cosas tienen la poca vergüenza de continuar su camino. Para el que vive esto, sabe que es algo que se siente, es completamente irracional. Por supuesto se entiende que todo el mundo tiene derecho a seguir con su vida.
Pero sencillamente no deseabas que aquello sucediera y te enfocas en lo que pierdes. En ese momento no existen recursos suficientes para apreciar la cantidad de novedades desconocidas que se abren. Es lo que toca.
No se trata de vendarse los ojos con palabras positivas para escapar de sentir el dolor cuando llama a tu puerta. Al contrario, enfréntate a él, transítalo y dale el espacio que necesite. Es importante para integrar un cambio tan grande y alcanzar la, a primera vista, tan imposible aceptación.
Pero recuerda cuando puedas que, en el cómputo de la vida, en la visión completa del cuadro, siempre todo tiene un sentido. Aunque tú todavía no lo puedas ver. Considero que a la larga esto es algo comprobable por cualquiera. Hacerlo consciente te permite evitar las resistencias que complican el proceso de duelo y algo más importante, te permiten deshacerte del temor a los futuros cambios y pérdidas, inherentes al hecho de vivir.
Incluso cuando nos referimos a grandes catástrofes de la vida, en las que sufren miles de personas, no podemos obviar que estos sucesos pueden abrir la posibilidad de que oucrran grandes cosas, como la oportunidad de estrechar los vínculos entre seres humanos. Se puede abrir la oportunidad del amor.
Como dice Facundo Cabral: “Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida”.